30 de juny 2004

El franquisme a Mallorca

Hi ha un cert mite que justifica els grans crims de la dictadura franquista fonamentant-se en el desconeixement i/o impossibilitat d’actuar de la majoria de la població de l’Espanya “nacional”. Aquesta asseveració jo sempre l’he posada en dubte. Justament, aquest cap de setmana, apareix una interessant entrevista dins de la secció «Republicanas del 36». L’entrevista es fa a Maria Ripoll Garau (Porreres, 1928) neboda d’en Joan Garau, fuster, i del seu germà Climent, batle de Porreres, ambdós militants d’Esquerra Republicana Balear. Fragments de l’entrevista són prou aclaridors sobre l’actitud de bona part del poble porrerenc en relació amb la repressió feixista. Aquesta actitud crec que, a més, es podria estendre analògicament a bona part de la societat del mallorquina del 36. Transcric part de l’entrevista:

- Y desde que los detuvieron hasta que los asesinaron ¿Qué pasó?
- Primero los llevaron a Falange y les dieron de beber aceite de ricino. Luego, al conco Joan se lo llevaron a lo que llamábamos «Hospital», que era una especie de hospicio. Y al conco Climent al cuartel de la Guardia Civil.
- ¿Y qué pasó?
- Al conco en Climent le obligaron a borrar con la nariz, con las mejillas y con la boca, una hoz y un martillo que habían pintado en la pared cuando las últimas elecciones […] mientras, había mujeres que saltaban de alegría: «Matau-los, matau-los». Por la noche mi madre fue a visitarlos […]
- ¿Fueron ustedes a despedirlos?
- Mi madre, con la esposa del conco en Climent, su hijo y su cuñado, estuvieron en la estación, que estaba abarrotada. «Hi havia tot el poble: matau-los, matau-los». Esto ocurría el 22. Y el 23 ya estaban en el cementerio de Palma.
- ¿Y dónde hallaron ustedes un poco de consuelo?
- En la iglesia, no. Don Lluís Crespí, el rector, encrespó más los ánimos. En los vecinos, tampoco. Delante de mi casa vivía una mujer que tenía una nietecita de dos meses y a voz en grito le hacía mimaduras: «Marieta, digues “Arriba España”. Esta es la consideración que nos tenían. A los diez días de la muerte de mis tíos el ayuntamiento convocó al pueblo para derribar lo poco que se había construido de la plaza de abastos. La gente acudió en masa. Y trasladó en carro los escombros hasta el solar en donde se habían iniciado las obras del grupo escolar.

El Dominical de Ultima Hora; diumenge 27 de juny de 2004; pàgina VI.