un rostro que no fingía ni siquiera su belleza
unas manos que de a poco inventaban un lenguaje
una piel memorable y convicta
una mirada limpia
una voz que caldeaba la risa
unos labios nupciales
un brindis
[...]
y de pronto él sintió
que sin ella sus brazos estaban tan vacíos
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar
que sin ella su cuerpo de ningún modo era
la otra copa del brindis
y de nuevo se dijo
qué sencillo
pero ahora
lamentó que el futuro
fuera oscura maleza
sólo entonces pensó en ella
eligiéndola
y sin dolor
sin desesperaciones
sin angustia y sin miedo
dócilmente empezó
como otras noches
a necesitarla".
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