02 de gener 2006

La historia es así, y así se la hemos contado



La historia es así, y así se la hemos contado... (Publicat a EL Mundo de dia 2 de gener de 2006):



La Historia es así, colega Bennàssar

ROMAN PIÑA HOMS


Creo que a mi distinguido colega el profesor Antoni Bennàssar le ha traicionado su natural inclinación de filósofo, como le ha fallado a Antonio Alemany la suya de polemista consumado adelantándose en la faena, que era mía, y dejándome el miura, sino tocado, al menos muy paseado. Al Toni periodista y polemista le comprendo. Se lo pedía el cuerpo. Y al Toni profesor también, pero a este último le pido orden, puesto que o jugamos a constitucionalistas o a filósofos. Las reglas de juego del constitucionalista parten de un texto. Las del filósofo, de lo que sea, con tal de rizar el rizo. Y es que Toni Bennàssar, antes que profesor de Constitucional, lo fue de Filosofía del Derecho y se le nota.

Mi punto de partida en el debate ha estado en negar el odio a Cataluña de los españoles mesetarios denunciado por Bennàssar, y en rebatirle los tópicos de los que un intelectual como él debería estar vacunado. Le remití a la más reciente bibliografía y le advertí del peligro de las dicotomías, o sea de aquello de «malos malísimos» españolistas, y de los «buenos buenísimos» catalanistas. Temo que me ha hecho poco caso. En su artículo Catalunya triomfant, como si no me hubiese escuchado, insiste en la supuesta intransigencia de los españolistas, sin aceptar ni rebatir mis argumentos, y califica el debate sobre el Estatut en el Congreso de los Diputados -única instancia soberana del conjunto de los españoles- como uno más de los tremendos agravios históricos infligidos al pueblo catalán. Para rebatirme distingue tres partes en su escrito: Per un costat la pèrdua de les llibertats catalanes al segle XVIII; per un altre, las guerra civil i el conflicte nacional a l'Estat espanyol; i per últim, la dinàmica de confrontació anticatalanista que, des de la dreta espanyola, es duu a terme amb motiu del projecte de nou Estatut per a Catalunya. Pues vayamos a ello. No tengo inconveniente.

La que Bennàssar llama pèrdua de les llibertats catalanes es cosa cierta, pero hasta determinado punto. Exige matizaciones. Celebro que Bennàssar ya no nos hable de la soberanía perdida de los catalanes, una soberanía que nunca tuvieron. Pero no debe tampoco olvidar que las estructuras políticas catalanas, superada la Edad Moderna, eran puro medioevo, en el contexto de una sociedad estamental dominada por los sectores más inmovilistas, y llegado el XVIII exigían cambios ineludibles. Así lo reconoce Jaume Vicens Vives, para quien los catalanes no se dieron cuenta de que «sin un amplio margen de reformas en las leyes y fueros tradicionales, no era posible enderezar el país. Lucharon contra la corriente histórica y esto suele pagarse caro». Esto lo dice uno de los más señalados historiadores de Catalunya, no un mesetario de derechas. Que se hizo mal en las formas, estoy completamente de acuerdo, puesto que se impuso como venganza o castigo, a consecuencia de la pérdida de la guerra por unos catalanes rebeldes a su legítimo monarca Felipe V; un monarca, tampoco lo olvidemos, que al tiempo que imponía el centralismo borbónico en todos sus reinos por igual -excepto en Navarra y País Vasco que no se le habían rebelado- extendería los beneficios de la monarquía -el comercio con América- también a todos sus reinos sin excepción, haciendo que la castigada Cataluña duplicase su población y riqueza en los cien años siguientes -cosa inaudita- como muy bien lo ha señalado Jordi Nadal. ¿Fue esto anticatalanismo?

Vayamos a la segunda cuestión, sin duda más compleja, o sea lo de la guerra civil i el conflicte nacional català. Tiene razón Bennàssar. Efectivamente los políticos catalanes priorizaron su problema nacional al del asentamiento de la legalidad republicana en toda España. Y este fue su mayor problema y el del resto de los españoles, como me temo que lo está siendo ahora. Efectivamente, el llamado Pacto de San Sebastián hipotecó a los políticos del republicanismo, como ahora hipoteca al PSOE. Dicho pacto aseguraba a los catalanes, en su preámbulo, su derecho de autodeterminación. De ahí la proclamación por Francesc Macià de la República catalana com a Estat integrant de la Federació Ibérica el mismísimo 14 de abril de 1931, enorme barbaridad legal y de oportunidad política, de la que el propio Macià tuvo que hacer marcha atrás tres días después. Pese al disparate, al año siguiente, el 9 de septiembre de 1932, ya con la Constitución republicana aprobada, Catalunya alcanzó su Estatut en unas Cortes españolas democráticas, con 314 votos a favor y 24 en contra. ¿También esto fue odio españolista a Catalunya? Pero lo más grave sería que algo más de dos años después -el 4 de octubre de 1934- contra todo principio democrático, el presidente Lluís Companys volvería a ejercer el golpismo puro y duro, proclamando L'Estat català dins la República Federal Espanyola. ¿Motivo? No le gustaba la CEDA en el Gobierno central, cuando legítimamente, o sea mediante las urnas, la derecha española había ganado las elecciones. Bien ya sabemos lo que pasó. Estallada la guerra civil, cuando la legalidad republicana traslade a Cataluña el gobierno del Estado, en lugar de sumar fuerzas frente al adversario común, todo serán disputas. ¿Culpa de la maldita derecha? Para Juan Miguel Revilla, en los críticos dias de finales de 1937, «los dirigentes republicanos, incluido Manuel Azaña, llevaban tiempo preocupados por el fraccionamiento del Estado y la convivencia cada vez más difícil entre Gobierno y Generalitat». El mismísimo Indalecio Prieto sentenciaría: «Si la guerra se pierde, se perderá principalmente por la conducta insensata y egoísta de Cataluña».

Y nos queda la tercera cuestión, o sea el que Bennàssar llama atac despietat al text estatutari. Por favor, profesor Bennàssar, de ataque despiadado nada. Yo diría que de oposición firme y democrática del PP, mientras el PSOE en principio ha enmudecido por aquello de que andaba en un apaño con el tripartito, hasta que hoy sus propios líderes históricos se han plantado. ¡Que nos jugamos mucho! Está a la vista. Se están rompiendo las reglas del juego democrático y La Catalunya triumfant que todos deseamos, debería ser la del seny y del encuentro en la comunión de España y de Europa, sin descalificaciones per allò de que ens odien.